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Encounter Theology

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Después de que Tanya y yo habíamos terminado nuestra entrevista por Zoom con Marco Lôme, estábamos emocionados de sumergirnos casi inmediatamente en nuestra segunda entrevista del día. Un comentario casual en la casa de Diana Ibarra, filósofa de género, nos había aconsejado que alquilemos por internet una de las películas producidas por la Maestra Olivia Núñez Orellana, en ese momento directora de la sección de la Ciudad de México del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia. La vimos, lloramos, discutimos esa misma noche y toda la mañana siguiente, luego de ver la película y de sumergirnos en el hermoso viaje cinematográfico de Ilusiones, S.A. ¡Ya estábamos listas para hablar con la mujer que había producido esta galardonada como mejor película en el Festival de Cine Latino de Chicago 2015!


Olivia bromeó con nosotras mientras se quitaba sus lentes nuevos – "No tengo que verme inteligente ... [y] ¡está golpeando mi vanidad!" – y luego se sintió confortable para nuestra conversación. Perfectamente vestida y arreglada; como también cálida y abierta; comenzó a compartir con nosotros lo que significa ser una mujer en la cultura mexicana.


"La mujer mexicana", nos dijo, "[es] definida por su historia ... de ser conquistada”. Esta historia de la conquista, continuó, significa que cada mujer mexicana se encuentra luchando continuamente dos batallas simultáneamente: "Una muy visible, que es la cultural, y uno muy invisible que es el de la…identidad". Esta batalla visible es la lucha por la libertad, la lucha por la igualdad, ya sea que se manifieste en “tener que pedir permiso a un hombre para ir al médico o a la universidad” o en el ámbito del trabajo, en el que aun los horarios de trabajo, se estableció considerando las necesidades y posibilidades de los hombres y, muchas veces desfavoreciendo a las mujeres. En este contexto, "la mujer mexicana [enfrenta] el desafío de entender cuál de estas batallas es realmente la que vale la pena dar y cuáles más que batallas son solo inercias que corregir ..."


Porque, mientras que antes se consideraba de alguna manera un error que las mujeres mexicanas estudiaran o trabajaran fuera del hogar, ahora se considera de alguna manera incorrecto que se dediquen al hogar. La mujer se encuentra teniendo que conformarse y elegir por una de las dos alternativas, descartando la otra. Es decir, la estructura sociocultural no favorece el desarrollo armónico de la mujer mexicana (y de la región latinoamericana) sino que la somete a una continua disyuntiva. Esto nos lleva a que las mujeres están tan agotadas en la lucha contra estas opciones que se le presentan como incompatibles, que les deja sin energía para poder luchar contra la batalla más relevante e invisible: conocerse a sí mismas, descubrir su valor y la riqueza de su verdadera identidad.


Como explica Olivia, la mujer mexicana podrían encarnar la expresión "Estoy tan cansada de esas batallas externas que realmente no soy mujer ... Estoy haciendo conquistas externas, llenando las expectativas que la historia, de las injusticias y la falta de libertad que se me ha impuesto. Y por ende, no me queda creatividad, ni energía para tomar conciencia y disfrutar de esa feminidad, no asumo como don la riqueza de la feminidad. La mujer tiene un desafío y es el de ser mujer. Punto."


Este reto lo enfrentan en la actualidad "tanto en mujeres – seducidas por la promesa de una libertad exacerbada-, como varones, sometidos a la presión cultural de dominar, se encuentran ante la disyuntiva falsa de ser macho o mandilón". Es por ello que Olivia expresa como un descubrimiento que "voltear los ojos hacia el interior de nosotros mismos para reconocer esa riqueza del don de la masculinidad y feminidad cuando podemos asombrarnos de su riqueza, es entonces cuando descubrimos que a esa riqueza le falta algo, que es el otro [varón o mujer], que es igualmente valioso y que complementariamente se podría dar esta relación equitativa y fecunda en todos sentidos."


Olivia habló entonces de su propio viaje como mujer, en relación a su trabajo que entrelaza la Comunicación, el Cine y su propio matrimonio: "en mi experiencia de 30 años de matrimonio, mi esposo fue siempre más generoso en reconocer mi deseo de estudiar, en apoyarlo, ir al ritmo conmigo de proyectos, sueños y de dejar que fuera tejiéndose una natural armonía entre estos sueños. Su generosidad fue haciendo posible todo lo que anhelaba, incluido ser mamá y cuidar de los míos y mi hogar".


Más tarde en el almuerzo, relato cuando un periodista le preguntó a su esposo “¿Cómo era ser el marido de Olivia Núñez?” Con sorpresa e intriga esperó al igual que el periodista la respuesta. Su esposo respondió: "En su realización, encuentro la mía". Eso confirma la idea de complementarse. Buscar el bien del otro y poner los dones propios al servicio de ello.


Esta es la verdadera batalla de la mujer mexicana, la de poder encontrarse a sí misma, junto con el apoyo de otros, para poder realizarse y ser la mejor versión de sí misma sin disyuntivas. ¿Dónde puede ella buscar algún modelo o alguna idea de cómo emprender esta conquista?


Aquí es donde la propia realización de Olivia se encuentra con la de la cultura. "Efectivamente toda la cultura televisiva y los héroes que nos presentan siempre son hombres sin mujeres al lado o siendo capaces de pisarlas. Hombres violentos o "el México del narcotráfico". En cambio, en las tres películas premiadas que Olivia ha ayudado a escribir y producir, El estudiante en 2009, Ella y el candidato en 2011, y Ilusiones, SA en 2015, Olivia y su compañía de produccion han tratado de representar, "la relación complementaria entre hombre-mujer; del amor, de la donación, del descubrimiento del otro, y también ha querido situarlo en un México bonito," "con los valores de los mexicanos".



Ilusiones S.A., la película que capturó los corazones de Tanya y mío, se basa en una historia del dramaturgo español Alejandro Casona y narra las aventuras de una compañía de actores cuyo trabajo es hacer realidad los sueños de otros. Un caballero mayor ha contratado a la compañía para interpretar a su nieto perdido y a la esposa del nieto, con el fin de cumplir el sueño de su propia esposa, “la abuela”, de volver a ver a su nieto una vez más. Situado en la hermosa ciudad mexicana, patrimonio de la humanidad, llena de creatividad y de sorpresas para descubrir cómo es la "forma" del amor que se tiene que reflejar en la actuación del “supuesto nieto y su esposa”. En contraste se muestra, un matrimonio real, una pareja mayor y madura, quienes descubren que, como Olivia explica, "que en el enamoramiento ... hay toda esta magia de donación, de donación del uno al otro, pero en el amor verdadero esta entrega se acrisola."


Reflexionando sobre la experiencia de Olivia como mujer mexicana, ¿cómo podría ayudar a otras mujeres a vivir su feminidad?


Mujeres, ¿cuáles son las batallas culturales que enfrentamos? ¿Dónde se nos presentan alternativas falsas? ¿Cuándo y cómo podemos emprender la verdadera batalla de encontrar nuestra propia feminidad? ¿Y quiénes son las personas – los hombres en nuestras vidas y los narradores de grandes historias a través del cine – que pueden ayudarnos a entender más plenamente nuestra riqueza femenina que está dentro de nosotras – y descubramos la magia de la donación?


¡Gracias por acompañarme en este viaje de género! ¡Que la sabiduría de las mujeres mexicanas sea un gran regalo para ti!

  • Writer: Dr. Miller
    Dr. Miller
  • Jan 7, 2020
  • 5 min read

Updated: Jan 8, 2020


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Algunas personas te roban el corazón con una sonrisa.


Sandra comenzó con una sonrisa, pero me robó el corazón con una rosa.


Conocí a Craig Johring, cofundador de Hope of the Poor, unos días después de mi viaje mexicano. Después de escuchar la investigación en la que yo estaba involucrado, se quedó mirándome con atención y dijo: "Tienes que hablar con Sandra". Craig no pudo venir, así que nos envió fotos para ayudarnos a identificarnos. Pensé: "Su sonrisa. Ella tiene una sonrisa cautivadora, y esto lo podré encontrar entre la multitud ”.


Después de reunirnos en la Basílica, Sandra y yo fuimos a una cafetería cercana, donde estábamos rodeados de exquisiteces, pasteles y dulces, y allí pedimos un café y nos sentamos. Le pedí a Sandra que me contara un poco sobre ella. Con calma, intencionalmente comenzó una historia llena de dolor.


Quedó huérfana a los dos años, tenía una tía en Puebla que abusaba físicamente de ella, quien la sacó de la escuela a los siete años de edad, diciéndole a Sandra que “nosotras las mujeres no servimos para estudiar [sino para] limpiar, cocinar y planchar”. Luego, Sandra me dijo, mientras me miraba tranquilamente y directo a los ojos: “cuando yo cumplí ocho años de edad, el regalo que me dio mi primo fue un abuso sexual”. Ella le contó eso a su tía, quien la acusó de mentirosa y la golpeó. La chica huyó. Cuando ella le contó la historia a la mujer que la encontró durmiendo en el banco de un parque, esta le dijo que no se preocupara, que ella le ayudaría. “Y sí me ayudó,” afirmó Sandra. “Me llevó a cenar, me llevó a su casa, me bañé, pude dormir tranquila porque nadie iba a abusar de mí, a tocar mi cuerpo. Pero al otro día me paró muy temprano e hizo que me pusiera una faldita, un topsito, me empezó a maquillar, y pidió un taxi.”


Durante seis meses, a los ocho años de edad, Sandra vivió la pesadilla infernal de tráfico sexual. “Había días que pues yo no recordaba nada, si no yo despertaba ya en el suelo, tirada, toda golpeada, mordisqueada, me dolía entre mis piernas, la parte de atrás … yo no recuerdo cuantos hombres pasaban … en una noche por mi.” Fue aquí cuando me armé de valor para tocar el hombro de Sandra por una señal de compasión. Aunque estábamos sentado como para una entrevista formal, las lágrimas ya se asomaban en nuestros ojos.


Cuando una mujer mayor finalmente ayudó a las niñas a escapar, Sandra viajó a pie hasta Ciudad de México, y fue a un orfanato por ayuda pero le dijeron que ya ella era “una manzana podrida. Y ellos no iban a permitir que yo echara a perder a las demás niñas.”


Entonces, Sandra vivió en la calle durante los siguientes 22 años, a veces en una terminal de autobuses, otras veces en una alcantarilla, pasando de ser una niña a ser madre. Fue violada por hombres que pasaban por la calle, por policías y los novios que decían amarla. Intentó alimentarse y dar de comer a sus hijos limpiando parabrisas, así como vendiendo rosas y rosarios que había hecho a mano, pero cuando eso falló, buscó comida en los contenedores de basura de Kentucky Fried Chicken. Ya era madre de Samantha cuando nació su hijo Adán. Sandra logró escapar del padre de su hijo, consiguió un trabajo y alquiló una pequeña habitación en un hotel – hasta que el padre regresó y exigió tener al hijo que nunca había reconocido.


Sin embargo, Sandra describió al sufrimiento de sus hijos como su sufrimiento más doloroso, ya que fueron sus hijos los que le dieron el deseo de seguir viviendo, el deseo de ofrecerles una vida mejor. Cuando Adán tenía cinco años, después de haber escapado de su padre, ella encontró un hogar que acogía a personas que luchaban por salir de las calles. Un día, cuando Samantha estaba en la escuela, Sandra fue golpeada por la sensación de que su corazón estaba a punto de explotar. Corrió directamente a su habitación en la casa y vio a un niño de 14 años violando a su pequeño hijo. Salieron de la casa.


Fue después de la violación de su hijo que Sandra dijo: “yo alcé mi cara y si le dije: ‘pus’ si en verdad existes, ayúdame, ¿por qué eres malo conmigo? Ya me cansé. Yo quiero cambiar mi vida. Ya no quiero más violaciones, ya no quiero más golpes. Mi hijo ya me lo violaron, ya no quiero que me violen a mi hija’.… le estaba pidiendo y suplicando que me ayudara. Que me rescatara, que yo también era su hija. Y si, pus’ si me ayudó; a la semana apareció Craig.” En ese momento, mientras hablaba, apareció lentamente la misma sonrisa cautivadora de la foto.


Craig le quiso comprar sus rosarios. Sandra le dijo que por tres pesos él podría tener todo el lote, a lo que él respondió: “los iba a comprar cada uno de a diez pesos, lo que costaba cada rosario y me compró todos mis rosarios.” Desde ahí, Craig ayudó a Sandra y a sus hijos a encontrar una habitación en un hotel, y luego le pidió que trabajara con él. Comenzaron a dar de comer a las personas en las calles, ayudaban a esas personas a encontrar un hogar, y le traían ropas y útiles escolares a los niños que vivían con sus familias en los basureros.


“Pues,” Sandra dijo, “empecé a rescatar niños de la calle”. Vive ahora en un apartamento con diez niños que ha acogido, además de sus dos hijos, y elabora que “Una mujer que no tuvo mamá, papá, pura calle, comía de la basura, el día de ahora tengo un trabajo por Craig, que me gusta hacer. Mi hijo va bien en la escuela, y tengo muchos hijos y tengo un novio que me respeta … Me costó encontrarme a mi misma. Ahora me doy ese amor que yo necesito.”



Cuando Sandra terminó su historia, se sentía extraño estar sentado en la misma cafetería, colmada de pedidos de café latte y sillas acolchadas. Sentí que había viajado desde el sufrimiento hasta la esperanza, a la esperanza que permite que una mujer, y en especial una madre, no solo sobreviva, sino que florezca. Las madres, me dijo Sandra, son guerreras. “Desde el momento que un bebé está formado por nosotros es algo inmenso. En toda la palabra ‘madre’ es una palabra muy inmensa. Es un orgullo. Es un orgullo y al menos para mi, el ser madre es una bendición, el tener un motor por quien echarle más ganas a tu vida.”


Cuando terminé de guardar el archivo de audio y volteé, aún buscando acomodarme en este ambiente tan banal para una historia de sufrimiento y esperanza, vi que Sandra había ocupado en el último minuto o quizás dos.


La mujer cuya vida había comenzado con espinas había tomado su servilleta y me hizo una rosa.


Reflexionando sobre la experiencia de Sandra como mujer mexicana, ¿cómo podría ayudar a otras mujeres a vivir su feminidad?


Mujeres, como Sandra, ¿ustedes comparten su historia con otras personas que puedan aprender de su sufrimiento y su esperanza? ¿Han aprendido a distinguir entre los que pueden ayudarles y los que les harán daño? Y, ¿cómo “dan este amor que necesitan” de tal manera que ustedes y los que conocen puedan florecer como una rosa?


¡Gracias por acompañarme en este viaje de género! ¡Que la sabiduría de las mujeres mexicanas sea un regalo para ti!

Para obtener más información sobre Sandra y su trabajo con Hope of the Poor:



Updated: May 18, 2020

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Mi agradecimiento profundo a Ana Garnier por esta traducción!


¿Cómo es que un hombre identifica que desea una nueva expresión de masculinidad, una nueva manera de ser varón? ¿Cómo, cerveza en mano, le pregunta a sus amigos varones, si existe un mejor modo de serlo? ¿De qué modo navega esta nueva masculinidad con su esposa, en su relación, y en la relación con sus hijos? Éstas eran las preguntas que giraban en mi cabeza después de la entrevista con Marco Lôme.




No tenía idea de antemano de lo que las preguntas de esta primer entrevista en México pudieran arrojar. Llegando una ligeramente fría mañana a la Universidad Anáhuac, Tanya y yo habíamos planeado entrevistas con la Maestra Olivia Núñez Orellana, quien dirige el área del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, y el Maestro Marco Lôme, quien dirige la sección de Guadalajara. Como doctos en temas de familia, con distintas especialidades – Olivia productora y directora de películas y Marco como terapeuta familiar y de pareja - estábamos interesados en escuchar sus experiencias personales acerca de la masculinidad y feminidad. Nuestra entrevista con Olivia sería en persona, mientras que la entrevista con Marco sería conducida vía Zoom. Como la entrevista de Marco sería la primera en emplear medios tecnológicos - la primera entrevista que no era persona a persona, cara a cara, en el mismo lugar - me preguntaba si ésto cambiaría nuestra interacción o su voluntad de compartir. ¿Sería ésta una entrevista más formal? ¿Menos personal?


De todas maneras, la entrevista de Marco, su reflexión de la masculinidad, fue eminentemente personal, al mismo tiempo que mentalmente provocadora. Sonriendo, bromeando acerca de no estar vestido para la ocasión: “¡Me hubieran dicho para venirme más arregladito!”, emocionado por la próxima llegada de su tercer hijo, compartió con la precisión de un educador, utilizando anécdotas de su propia juventud, y describiendo su experiencia como un hombre mexicano en términos de un viaje.


Como niño, Marco fue educado para ser fuerte, emocional y físicamente. Si él lloraba en casa, se ganaba una tunda. “¿Por qué lloras? ¡No tienes por que llorar, eres hombre!” La escuela, y la relación con sus compañeros le enseñaron que ese mismo tipo de fuerza. “Era la ley de la selva,” regía nuestras interacciones relataba, “eso provocaba un cierto bullying...los que eran más sensibles eran criticados de poco hombres, poco masculinos...” Y obviamente, la fuerza era necesaria para conquistar mujeres.


“Recuerdo,” dijo, “que hubo una etapa en mi vida en la que me buscaba pelitos, porque creía que entre más peleas tuviera, como más medallas de honor tenía y las mujeres me iban a admirar como agresivo, fuerte.”


Y ¿por qué las mujeres eran una conquista? Podríamos preguntarnos. Marco fue directo: aunque la idea era inconsciente, él estaba convencido de que la mujer era inferior. Eran conquistadas para ser usadas.


Fue mientras estaba estudiando su Maestría y comenzando a pensar en el matrimonio, que las ideas de Marco acerca de la masculinidad comenzaron a cambiar. Se dio cuenta de que debía haber una forma distinta de masculinidad, y empezó a buscarla. Involucrado en una relación con una mujer posesiva, y la lectura de La masculinidad tóxica de Sergio Sinay, y finalmente su matrimonio le ayudaron a madurar en su nueva expresión de masculinidad. “Puedo decirlo con mucha sinceridad,” cuenta Marco, con su cabeza entre las manos como si estuviese buscando las palabras adecuadas, “que mi esposa ha sacado de mi cosas que yo jamás imaginé. Desde un desarrollo profesional, desde ayudarme a ser un mejor esposo, de decirme cosas ‘oye esto que me dices me lastima’,” como si él hubiese estado siguiendo sin pensar los mismos patrones de su casa y de su infancia. Fue en su matrimonio donde él encontró que la relación entre marido y mujer pueden ser una sinergia entre los dos, en lugar de una relación basada en superioridad e inferioridad, característica del machismo.


Marco habló también de cómo su esposa le ayudó a encontrar ésta nueva forma de expresión de su masculinidad como padre. “Aunque esté trabajando en temas de familia, yo recuerdo que a veces llegaba a casa, llegaba súper cansado y me acostaba en el sillón. Y mi esposa me decía: ‘Oye, pues, te están esperando allí dos [niños],’ y yo le decía ‘pues es que estoy cansado,’ [y ella respondería] ‘yo también estoy cansada, pero pues también te toca a tí, y no porque te toque de ayudarme sino porque es tu responsabilidad tener tiempo’.” Marco comenzó a entender en su relación que “la paternidad es un trabajo de dos [madre y padre] y el momento que uno la tenga, lo tiene que dar hoy aunque es salir de uno mismo.”



De cualquier modo, Marco sabe que su viaje no ha terminado: mientras se une a otros hombres como pioneros de ésta senda. “Hay,” el dice, “un mexicano que quiere dejar de ser macho pero no sabe cómo romper esas estructuras que culturalmente siguen presentes. Porque no hay lugares donde les digan cómo…Yo creo que el...desafío es encontrar una educación en una nueva masculinidad que te haga ver que el ser fuerte, la agresividad propia de la masculinidad no te lleva forzosamente a ser violento sino que ser fuerte es en el interior.” Y es así que junto con sus amigos varones, otros hombres que se están convirtiendo en padres, y esposos y al lado de su esposa; continúa en este viaje de auto educación.


Reflexionando en la experiencia de Marco, la experiencia de ser un hombre mexicano, ¿Cómo puede ayudar a otros varones a vivir su masculinidad?


¿A los hombres les tomará tiempo, como a Marco le sucedió, reflexionar acerca de la imagen de la masculinidad que se ha aprendido en casa, con el propio padre? ¿En la escuela? ¿Cuál es la imagen de virilidad vivida en las relaciones? ¿Estarías o estás dispuesto a trabajar en conjunto con tu pareja, tu esposa a ser un mejor hombre? Y finalmente, es tu fortaleza del tipo de la que te hace suficientemente fuerte para ser el hombre que comienza una conversación, cerveza en mano, con tus amigos varones, acerca de cómo sería una nueva versión de la masculinidad?


¿Gracias por acompañarme en este viaje de género! ¡Que la sabiduría de los hombres mexicanos sean un regalo para ti!

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